Marcos Rodríguez Pantoja “El niño-lobo” de Fuencaliente (Ciudad Real)

 


Pocas historias causan tanta inspiración a cineastas y escritores, como es la historia de Marcos Rodríguez Pantoja, conocido como el “Niño Lobo” de Fuencaliente.

Marcos nació un pueblecito cordobés llamado Añora, el 7 de junio de 1946. Tras su nacimiento, sus padres decidieron emigrar, buscando un mejor futuro y viajaron hasta la capital, Madrid, donde la madre de Marcos, falleció tras dar a luz a su hermano, que también falleció poco después.

Marcos y su padre quedaron en Madrid, donde el cabeza de familia rehízo su vida con una mujer viuda que a su vez tenía un hijo de su anterior matrimonio. Hijo al que prestaba toda su atención, mientras que Marcos, con tan solo 3 años, quedaba relegado a un plano casi inexistente.

Un año más tarde, el matrimonio y sus dos hijos se instalaron en el pueblo ciudadrealeño de Fuencaliente, donde el padre se dedicó a la fabricación de carbón.

En 1953, cuando Marcos contaba con 7 años, tras ser objeto de malos tratos y violaciones reiteradas, su padre lo vendió al cacique del pueblo que realizó la adquisición con el objetivo de que, el niño,  fuera conociendo el oficio de pastor, ya que la persona que cuidaba de su ganado ya iba teniendo una edad avanzada.

El pastor se llevó con él a Marcos a su casa, que no era más que una cueva en el monte, en la parte ciudadrealeña de Sierra Morena, donde ambos vivieron una temporada,  hasta que el hombre murió y Marcos con 7 años se quedó en la cueva, porque a su juicio era mejor vivir allí que volver al infierno del que había salido.

El niño intentó enterrar al pastor, pero no fue capaz de cavar el hoyo con la necesaria velocidad. Antes de terminarlo, los buitres se habían comido el cadáver del anciano, tal como el mismo relató a Teresa Viejo en Castilla-La Mancha TV.

Un día que andaba solo por el monte, encontró una lobera en la que había dos cachorros de lobo. Todo un juguete para él. Cada día iba en su busca para pasar sus horas de recreo, intentando que la madre no lo encontrara allí metido, hasta que un día se durmió y despertó con la imagen de la loba frente a él portando una enorme cantidad de carne ciervo en su boca.

Marcos cuenta, que en aquel momento pensó que se lo comería, pero su sorpresa llegó cuando la loba partió la carne en tres trozos, dejando uno para cada lobezno y el tercero para el propio Marcos, que en rara ocasión había comido carne.

A partir de ese momento, esa fue su familia, hasta que 11 años más tarde, la Guardia Civil lo encontró en el monte y lo bajaron al pueblo, atado y amordazado porque Marcos ya no hablaba, sino que aullaba, ladraba y mordía.

El ya joven Marcos fue ingresado en una institución donde las monjas y los curas le enseñaron a hablar, a andar sobre las dos piernas y a comer con cubiertos de nuevo.

Fue uno de los pocos casos de niños salvajes en nuestro país, y eso fue suficiente para estudiarlo en la Fundación Vallejo (Madrid) hasta ser reintroducido como adulto de nuevo en la sociedad.

Tras ello fue enviado a Mallorca, donde trabajo para pagar su pensión. Hizo la mili y trabajo como pastor y en hostelería.

Fue engañado en innumerables ocasiones, incluso por su propia esposa, porque Marcos no tenía conciencia del valor del dinero, ni de cómo funcionaba la sociedad.

Vivió en Fuengirola y también en Orense, donde fue acogido por un policía retirado al que llegó a considerar su familia, hasta la muerte de este.

Tras ello fue apadrinado por una familia holandesa y desde entonces es habitualmente invitado por los ayuntamientos, asociaciones e incluso en los medios de comunicación para que cuente su historia y alerte a la sociedad de los peligros del monte.

La historia de Marcos inspiró a Kevin Lewis para escribir su libro “Marcos” y a Gabriel Janer “He jugado con lobos”, así como a Gerardo Olivares para el rodaje de la película “Entre Lobos”.

P. Moratilla

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