“El Rubio de Albacete”, el último amor de García Lorca

 




Cuánta  razón tenía el poeta granadino en cada una de sus frases y en cada uno de sus versos.

Decía Lorca que “En España los muertos están más vivos que los muertos de cualquier otro país del mundo” y hay quien dice que “buscaban a Lorca, muerto en una cuneta y lo encontraron vivo en todas las bibliotecas”.

Es de sobra conocida la macabra historia de uno de los mejores poetas de nuestro tiempo y de nuestro país, tiroteado por el bando rebelde de la Guerra Civil y cuyos asesinos se jactaron en las tabernas de haberle “dado tres tiros en el culo por maricón”.

Toda su historia siempre ha chocado con el silencio, el respeto y lo reservado de su vida y dicen quienes bien le conocían, que precisamente fue eso, los detalles de su vida, los que delataban si de él  hablaba amigo o enemigo, porque los enemigos relataban, a los vientos,  mucha historia falsa, mientras los amigos jamás contaron ningún detalle de la vida personal del poeta, algo que queda bien acreditado con otra de sus citas célebres “Solo el misterio nos permite vivir, solo el misterio”.

Tuvieron que pasar 50 años de su muerte, para que el amor de Lorca, abriera sus alas y volara en libertad, en papel rosa, escrito de color rojo, y repartido en 250 envíos, donde podían leerse los versos que el granadino escribió en su día a Juan Ramírez de Lucas, según dicen, el último amor del poeta.

Juan Ramírez de Lucas nació en Albacete en el año 1917.  Toda su vida la pasó como escritor y como crítico de arte, pero capaz de inspirar, a uno de nuestros mejores poetas, “Los Sonetos del Amor Oscuro” , además de ser el destinatario de su última carta, fechada el 18 de julio de 1936, justo un mes antes de su cruel asesinato.

Juan Ramírez era hijo de un médico forense, conservador, en una familia de diez hermanos, se había desplazado a Madrid, para estudiar Administraciones Públicas, por decisión de su padre, pero a él le gustaba mucho más el teatro. Por esta razón aprovechó su estancia en Madrid no solo para cumplir la voluntad de su padre, sino también para colaborar con algunos grupos de teatro, entre ellos el Club Teatral Anfistora. En uno de los ensayos conoció a Lorca aunque, según contaría en su diario, no fue un flechazo a primera vista. Federico le pareció, bajito, gordo y cabezón. Sin quererlo se dejó envolver, por esa magia de la que hablan todos los que le conocieron.

Viajaron juntos, a Cuenca entre otros lugares, pero su sueño era visitar México, donde Lorca le había prometido hacerle un actor de reconocido prestigio para volver a España rodeado de un halo de fama mundial.

La Guerra Civil les pilló separados. Federico en Granada, Juan en Albacete, pero con un objetivo en común: el viaje a México.  Por esta razón la última carta del poeta, fechada el 18 de julio de 1936, estaba dirigida a la ciudad castellano-manchega, donde vivía Juan, al que Federico llamaba  cariñosamente “El rubio de Albacete”.  

En esta carta, Federico trataba de calmar a Juan por la negativa de su padre para realizar el viaje a México, “… conmigo cuentas siempre. Yo soy tu mejor amigo y te pido que seas político y dejes que el río te lleve. Juan, es preciso que vuelvas a reír. A mí me han pasado también cosas gordas, por no decir terribles, y las he toreado con gracia…”.

Juan no volvió a hablar más con Federico. Supo por la prensa de su asesinato y tuvo que enfrentarse a una situación de terror ante lo que podría pasarle a él también.

Como otros muchos jóvenes trató de vacunarse contra el régimen y para ello se alistó en la División Azul. A su vuelta y gracias a Luis Rosales, en cuya casa había sido detenido García Lorca en agosto de 1936, ingresó en el diario ABC, donde inició su carrera como crítico de arte, compaginando este trabajo con sus estudios de periodismo en la Universidad madrileña.

Fue autor de 6 libros sobre arquitectura y colaboró con otros medios, siendo su primera entrevista la realizada a Pablo Picasso. Solo cuando las libertades en España fueron otras, muy diferentes, en silencio, abrió el baúl de las letras de Federico, tras 70 años escondidos.

Una mañana de 1984, 250 copias de los “Sonetos del Amor Sombrío”, escritos sobre papel rosa, con tinta roja, fueron distribuidas anónimamente entre los medios de comunicación y un buen grupo de amigos del poeta. Nadie tuvo dudas de la autoría de estas letras, pero nadie conocía su procedencia.

El diario ABC los publicó, mientras el propio Juan se sentaba ante su mesa cada día, como si con él no fuera la cosa.

Reunió más de 20 mil piezas de arte popular en una colección que fue donada al Ayuntamiento de Albacete y con ella se creó el Museo Internacional de Arte Popular del Mundo, que hoy tiene su sede en lo que fuera el Ayuntamiento de Albacete, en la Plaza del Altozano.

Este museo fue inaugurado en 2008 con obras de arte de todo el mundo, que representan la cultura de los 5 continentes desde la segunda mitad del siglo XX.

Toda su vida en silencio mientras apoyó a importantes pinteroes del Gruo El Paso y participó muy activamente en la creación del Museo de Arte Abstracto de Cuenca.

Murió en 2010 en su piso de Madrid, y solo en ese momento su familia conoció el legado. Encontraron los Sonetos escritos por Lorca al “Rubio de Albacete”, junto con los dibujos del poeta y un diario en el que Juan fue escribiendo sus sentimientos a lo largo de su vida. Entre ellos el reverso de la factura de la Academia de Arte Orad, correspondiente al mes de mayo de 1935, con una inscripción manuscrita de Federico García Lorca, en la que podía leerse: “Aquel rubio de Albacete / vino madre, y me miró / ¡No puedo mirarlo yo/, seguramente pensando en los 20 años de edad que les separaban.

Dicen quienes conocieron bien a Juan, tras leer su diario, que a veces se culpó de la muerte del poeta, por permanecer en España a la espera de realizar ese viaje a México, a pesar de haberle avisado del riesgo que corría su vida.  

 “Siempre estaré del lado de aquellos que no tienen nada y ni siquiera pueden disfrutar de nada de lo que tienen en paz”. (Federico García Lorca)

P. Moratilla

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