El proyecto, incluido en el Plan Nacional de Obras Hidráulicas,
se había presentado en tiempos de la República española, allá por 1933, pero no
convenció en exceso, por lo que quedó aplazado en el tiempo, durmiendo el sueño
de los justos, hasta que la dictadura de Primo de Rivera lo sacó del olvido.
La Guerra Civil pudo con él y quedó nuevamente paralizado
hasta los tiempos de la dictadura de Franco, cuando se le quitó el polvo y se
puso sobre la mesa de nuevo para quedar aprobada su construcción, sin
sometimiento a votación ninguna, sino por el solo y único deseo del dictador,
Francisco Franco, en el año 1967.
Desde ese momento y hasta 1978, cuando se realizó el
primer envío de agua, se expropiaron tierras, que montaron tubos y se creó la
mega-estructura hidraúlica más injusta de todo el territorio nacional, que
dejaba relegada a la cola del progreso a una tierra de regadío natural como Castilla-La
Mancha para potenciar el regadío en el desierto de Murcia y Alicante y Almería,
que tenían motores económicos tan importantes en los años 60 como el turismo.
Con el Gobierno de Adolfo Suarez y siendo ministro de fomento,
uno de los diputados elegidos por Murcia en las primeras elecciones democráticas,
Joaquín Garrigues Walker, se pone en marcha el verdugo del Tajo con los
primeros envíos de agua.
El acueducto Tajo-Segura conecta las cuencas de ambos
ríos y atraviesa las cuencas del Guadiana y del Júcar, donde se utiliza el
embalse de Alarcón como elemento del tránsito del agua.
A los embalses de Entrepeñas y Buendía, les llaman
embalses reguladores del envío del agua de la cabecera del Tajo. Ese agua cristalina,
digna de saciar la sed de cualquiera que lo necesite y que lamentablemente va a
unirse a purines y abonos de los grandes agricultores del Levante español, para
terminar ensuciando el agua del Mar Menor. Algo comprensible si contra-natura
se lleva el agua, contra-natura acaba ensuciándose el mar.
Actualmente la ley permite trasvasar un volumen máximo de
600 hectómetros cúbicos, que pudieran ser ampliables hasta los 1.000, algo que
ni se ha intentado en todo este tiempo, porque ni siquiera fue posible llegar a
los 600 anuales de la primera fase, pero así eran los cálculos de quienes
desarrollaron el Trasvase Tajo-Segura en plena dictadura franquista, los mismos
cálculos, mal hechos, que, casi un siglo después siguen vigentes, sin tener en
cuenta la reducción de agua de los últimos años, debido al cambio climático.
Aun así los esquilmadores profesionales de agua pretenden mantener en pleno
siglo XXI las mismas cifras, mientras Castilla-La Mancha, de donde sale el
agua, se muere de sed, viendo pasar el agua que se va el agua a otros lugares.
De esos 600 hectómetros cúbicos permitidos, 400 son para
el regadío. Tan solo 110 son para beber, mientras el resto, 90 hectómetros
cúbicos, se pierden por el camino.
La ley también permite una cantidad adicional de trasvase
para la cuenca del Guadiana, con el objetivo de suministrar agua a las Tablas
de Daimiel, porque la sobreexplotación del acuífero 23, por los mismos motivos
que los levantinos, pone en peligro su existencia.
Los viejos del pueblo dirían “…y tanto fue el cántaro a
la fuente…”
Ya está bien. El Tajo cuida al Segura, ayuda al Júcar y
presta su auxilio al Guadiana, pero ¿Quién cuida del Tajo?
El Trasvase Tajo Segura conecta el embalse de Bolarque,
en su propia cuenca, con el embalse del Talave, ya en el río Mundo. Un total de
292 kilómetros, con un caudal que circula a 22 metros cúbicos de agua por
segundo.
En su primer tramo, el agua se eleva de Bolarque a
Altomira, hasta 636 metros.
El segundo tramo lleva el agua de Altomira a Alarcón
conectando el embalse de La Bujeda con el de Alarcón ya en la cuenca del Júcar.
El tercer tramo enlaza Alarcón con el túnel de El Talave,
para recorrer su cuarto tramo.
Un viaje mortal para el río. Un recorrido en el que el
ser humano muestra su ingratitud con el agua. Su indiferencia ante el río Tajo.
Ese río del que nos enseñaron que era el más largo de España, en un tiempo en
el que también era caudaloso, aunque no tanto como el Ebro, pero en el que
nuestros abuelos pescaban y nosotros nos bañábamos y que hoy… lamentablemente
se ha convertido en una cloaca exterior de los vertidos de Madrid. Un
estercolero en movimiento.
Lo que antes llevaba la riqueza y la alegría, allá por
donde pasaba en su recorrido natural, ahora lleva basura y sufrimiento, mal
olor, plagas de mosquitos y residuos químicos entre otras cosas.
En la lucha del ser humano contra la naturaleza, el ser humano
nunca podrá ganar y puestos a pedir agua, ¿por qué no nos desalinizan el agua
del Mediterráneo y nos la traen por el Tajo a Castilla-La Mancha? Ante esta
pregunta escucharíamos a una multitud diciendo “eso es imposible”, pero
creedme, es tan imposible como lo era el Trasvase Tajo-Segura en 1933, así que
puestos a pedir…
P. Moratilla
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